jueves, 7 de junio de 2012

mi casa es un ORATORIO ¿verdad o cachondeo?

Casi veinte mil familias españolas en apuros económicos, muchas de ellas con escasa convicción católica o
incluso ateas, han encontrado un resquicio legal para no pagar el impuesto de contribución de bienes inmuebles, el temido IBI, cuyo importe podría suponerles un coste medio de 500 euros anuales por vivienda.

Para acogerse a la ley de Mecenazgo de 2002, que dispensa del pago de ese impuesto a todos aquellos lugares de culto católico, tales como Iglesias, conventos, santuarios, capillas, oficinas parroquiales, etc, muchos ciudadanos han convertido su salón comedor en una modesta capilla y han acrecentado su fervor religioso hasta el punto de expresarse por medio de parábolas y frases bíblicas cuyo trasfondo, como es preceptivo, siempre suele ser sexual o tremendista. La Iglesia ya ha advertido que no reconocerá ninguna de esas instalaciones mientras no las administre un sacerdote debidamente ordenado por un cardenal, aunque la inspección de Hacienda ya ha declarado que las capillas de los pisos cumplen todos los requisitos para ser consideradas como tales, pues invitan al recogimiento, tranquilizan al ciudadano ante la creencia de un ser extraterrestre que les protege mediante telepatía y rayos, y disponen de imágenes de hombres semidesnudos recibiendo latigazos o atravesados por clavos.


Al parecer, muchas de estas capillas son tan confortables que algunos visitantes están empezando a dejar pequeñas propinas para ayudar a la familia. La Conferencia Episcopal Española, indignada, califica esas propinas como limosnas y, por lo tanto, las considera suyas, y exigirá ante el tribunal de Estrasburgo su cobro inmediato o, al menos, de la entrega del diezmo. Rouco Varela, amenazó, además con una gran lengua de fuego que entraría por la cocina del piso-capilla y arrasaría todo lo que encontrase a su paso, incluyendo mobiliario, inquilinos y mascotas, hasta llegar al salón comedor y desintegrar la capilla propiamente dicha. El Vaticano ha dicho que Benedicto XVI ve con cariño y comprensión la idea española pero también ha prometido otra lengua de fuego si insisten en no pagar el diezmo.

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